Los Glúcidos constituyen la principal fuente de energía del organismo. El consumo calórico v
aria con la edad, peso ,estatura, sexo y la actividad física. Un adulto de estatura y de peso normal necesita unas 35 calorías diarias por kilo de peso para una actividad moderada y de 40 a 50 para trabajos pesados o intensos.
Del valor calórico total de la ración, el 55% debe ser suministrado por los glúcidos, el 15 a 20% por los prótidos y el 35 o 30% restante por los lípidos. Los glúcidos alimentarios están constituidos por monosacáridos (glucosa,fructosa,manosa y galactosa), disacáridos (sacarosa, lactosa y maltosa) y polisacáridos (almidón y dextrinas).

Después del proceso digestivo, los glúcidos son absorbidos en forma de glucosa, fructosa, manosa y galactosa, los cuales, llegados al hígado, se transforman en un polisacárido de reserva, el glucógeno. El glucógeno hepático puede también formarse de fuentes endógenas: los ácidos aminados glucoformadores, la glicerina resultante del desdoblamiento de las grasas y el ácido láctico procedente de la actividad muscular. Del
5 al 10 s de los ácidos grasos puede también transformarse en glucosa.
No toda la glucosa absorbida es almacenada por el hígado; éste retiene
aproximadamente un tercio y el resto pasa a la sangre. La glucosa y la
fructosa o levulosa son los únicos monosacáridos utilizados por los tejidos. Otros monosacáridos como la galactosa, la manosa o las pentosas
y los disacáridos como la sacarosa y la lactosa, cuando son introducidos
por vía parenteral no son utilizados por el organismo. La lactosuria del
embarazo o la lactancia es provocada por la incapacidad de los tejidos
para utilizar ese glúcido de origen mamario.
Los músculos almacenan una cantidad total de glucógeno mayor que la
que se encuentra en el hígado. El glucógeno es también almacenado por otros tejidos. El tejido nervioso no tiene prácticamente reservas de glucógeno
y de ahí la sensibilidad que presentan los centros nerviosos frente
al descenso de la glucemia.
La cantidad de glucógeno hepático disminuye durante el ayuno y aumenta
en los períodos postprandiales. La riqueza del hígado en glucó-
geno oscila normalmente entre el 1 al 5 ‘/« de su peso.
El sistema muscular, que representa el 50 s del peso del organismo,
tiene una reserva de glucógeno del 0,2 al 1 7c de su peso.
Existen dos clases principales de glúcidos:
a)
Monosacáridos.- También llamados osas. Son azúcares simples, no
hidrolizables, que consisten en una sola unidad de polihidroxialdehído o
polihidroxicetona. Se clasifican a su vez en aldosas y cetosas.
b)
Ósidos.- Son azúcares complejos que, cuando sufren hidrólisis, liberan
monosacáridos. Están formados por un número variable de monosacáridos unidos
covalentemente entre sí. Algunos ósidos se componen exclusivamente de
monosacáridos y se denominan holósidos, mientras que otros contienen además
otros componentes de naturaleza no glucídica y se denominan heterósidos.
En el siguiente recuadro aparece una clasificación de los distintos tipos de glúcidos.
Funciones de los Glúcidos
Los glúcidos desempeñan con carácter general en los seres vivos dos tipos de funciones:
energéticas y estructurales.
1)
Función energética.- La oxidación de los glúcidos libera energía que las células
pueden utilizar para realizar sus funciones. La glucosa es el azúcar que con más
frecuencia utilizan las células como combustible metabólico primario. Por otra
parte, algunos polisacáridos actúan como material de reserva energética que
puede ser rápidamente movilizado cuando es necesario. Una ventaja que poseen
los glúcidos sobre otras biomoléculas como material energético es que, dada la
solubilidad en agua de muchos de ellos, pueden ser transportados muy
rápidamente en medio acuoso allí donde resultan necesarios.

2)
Función estructural.- Algunos polisacáridos como la celulosa o la quitina
presentan propiedades que los hacen idóneos para formar parte de estructuras que
deben ofrecer una gran resistencia mecánica, como las paredes celulares vegetales
o el exoesqueleto de los artrópodos.
Aunque tradicionalmente se consideraba a los glúcidos como componentes "pasivos" de
la maquinaria celular, destinados a servir de combustible metabólico o a formar parte de
estructuras más o menos permanentes de las células, en los últimos años se está percibiendo cada
vez con mayor claridad que algunos de ellos pueden jugar otros papeles de extraordinaria
importancia biológica, como la determinación de la estructura tridimensional de algunas
proteínas, los procesos de reconocimiento de señales extracelulares o la acción de los
anticuerpos.
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